Si crees que ser chef es pasar el día cocinando platos bonitos, con el delantal impoluto y una copa de vino mientras das instrucciones… te entiendo. En redes sociales, eso es lo que se muestra.
Pero la realidad es otra. Es exigente, impredecible, muchas veces agotador… y, aun así, apasionante.
Hoy te contamos cómo es trabajar como chef de verdad. Sin filtros, sin clichés y con los pies en la tierra. Y te adelantamos algo: no es una profesión para cualquiera, pero para quien la ama, no hay nada igual.
1. Ser chef no es solo cocinar (y a veces, ni eso)
Puede sonar raro, pero la mayoría de los chefs (sobre todo los chefs ejecutivos) pasan más tiempo gestionando que cocinando.
Organizan, están pendientes de todo y resuelven lo que haga falta. Son estrategas, líderes del equipo… ¡y a veces hasta hacen de psicólogos cuando las cosas se ponen difíciles!
En restaurantes pequeños o de cocina de autor, sí, el chef cocina todos los días. Pero en lugares más grandes, su trabajo es hacer que todo marche bien, incluso cuando todo parece desmoronarse.
2. El día empieza antes que para el resto
Olvídate de tomarte el café tranquilo. Si eres el chef, tu jornada arranca temprano (entre las 8:00 y las 9:00) y con una lista de tareas pendientes antes de que llegue el equipo:
- ¿Se cerró bien anoche?
- ¿Faltan productos?
- ¿El pedido llegó completo?
- ¿Hay algo urgente que resolver antes del primer servicio?
👉 Y eso es solo el comienzo. Muchas veces estás apagando fuegos antes de que empiece el turno.
Y si alguien del equipo no viene… adivina quién tiene que cubrir ese puesto: Tú. Aunque no sea exactamente lo que te toca hacer, tu responsabilidad es que todo siga funcionando.

3. El control de calidad no es negociable
En la cocina no hay lugar para hacer las cosas “regular”. Todo sigue una forma de hacer bien las cosas y con un nivel alto. Y si el chef es exigente (como debe ser), se nota desde el minuto uno:
- Mise en place impecable.
- Cuchillos afilados.
- Emplatados limpios y precisos.
- Temperaturas exactas.
- Limpieza constante.
👉 Y ojo que un pase con el chef impone más que un sábado con el restaurante lleno.
Porque en la cocina, un error que parece pequeño no lo es: una salsa que cambió de color, una hierba mal picada, un cuchillo sin filo… todo se revisa. Todo importa. Todo se exige. La calidad no se negocia.
4. Empieza el servicio… y con él, el caos
Antes de abrir, hay que hacer el famoso briefing, ese repaso rápido para tenerlo todo claro:
- ¿Cuántas reservas hay?
- ¿Qué está fuera de carta?
- ¿VIPs, alergias, menús especiales?
- ¿Especiales del día?
👉 Y justo cuando todo arranca, llegan los imprevistos:
- Falta personal.
- Alguien canta mal una comanda.
- No hay raciones suficientes para una mesa entera.
- 15 tickets abiertos y nadie da abasto.
✅ Ahí entra el chef: dirige, corrige, decide y sostiene el ritmo. Porque cuando el servicio explota, el margen de error es cero.
5. Administración, reuniones y lo que nadie ve
Cuando no estás cocinando ni en el pase, estás haciendo de todo un poco:
- Revisar costes y facturas.
- Cuadrar los horarios del personal.
- Responder correos de proveedores.
- Ajustar escandallos y fichas técnicas.
- Reunirte con sala, dirección o recursos humanos.
Y todo eso, en las únicas dos horas que “se supone” tenías para comer. Lo normal es que no te dé tiempo ni a calentar el táper.
6. En cocinas grandes, el chef es gestor (más que cocinero)
Cuando trabajas en un hotel, un club o un grupo gastronómico, el papel de chef cambia por completo. Aquí el chef no está en el pase, sino al mando de toda la operación:
- Control de costes y beneficios.
- Planificación de menús, eventos y temporadas.
- Coordinación entre varias cocinas y equipos.
- Reuniones con dirección, compras, sala, marketing…
- Gestión de personal, recursos y hasta los imprevistos del día.
No cocinas, pero todo lo que sale mal sigue siendo tu responsabilidad.
7. Todo el mundo necesita algo de ti (todo el tiempo)
Ser chef no es solo dar órdenes. También es estar disponible, escuchar, contener y resolver. Y sí, todo eso cansa… mucho más de lo que parece desde afuera.
- ¿Me das el viernes libre?
- ¿Podemos hablar un minuto?
- No quiero trabajar con este compañero…
- ¿Puedes probar esto?
- ¿Me firmas este pedido?
Todo eso mientras gestionas mil cosas al mismo tiempo. Tienes que estar presente, firme y empático, incluso cuando por dentro estás al límite.
8. El cierre no es el final del día
Se apagan los fuegos, baja la música, el equipo se va… y tú todavía sigues allí. Queda todo eso que nadie ve, pero que siempre toca hacer:
- Cierre de caja.
- Inventario.
- Pedidos para el día siguiente.
- Informes para la dirección.
- Correos que siguen sin leer.
- Supervisar que todo esté limpio de verdad.
Fuiste el primero en llegar. Eres el último en irte. Ser chef no se acaba cuando termina el servicio. Esto no es solo un trabajo. Es dedicación total.
¿Cómo es trabajar como chef?
No es glamuroso, pero sí vocacional. El día a día de un chef es exigente, técnico, agotador y lleno de decisiones difíciles. Son turnos largos, días sin parar y un equipo que necesita de ti a cada paso.
Pero también tiene algo que pocas profesiones ofrecen: ritmo, adrenalina, creatividad, trabajo en equipo y orgullo de ver un plato salir perfecto en medio del caos.
Cada servicio es un reto donde todo puede fallar… o salir perfecto. Así que no es para todos.
Porque ser chef no es solo un trabajo: es una forma de vida. Y si lo llevas dentro, cuando estás en la cocina… sabes que estás en tu lugar.

Food and Beverage Manager | Director de Alimentos y Bebidas en Grupo Antequera Golf
Socio Senior en AIDABE – Asociación Iberoamericana de Directores y Directoras de Alimentos y Bebidas




